Saturday, October 03, 2009

Hace algunos años estuvimos la noche de un viernes en casa de Dionisio Morales. No recuerdo si habíamos ido a la presentación de algún libro y de ahí se armó la reunión o cuando desperté todos estábamos ahí. Éramos jóvenes, eso si es verdad. Al termino de la reunión en un Volkswagen sedan que manejaba Dolores Corrales salimos con la promesa de que nos llevaría a nuestras casas. En el monumento a Álvaro Obregón se quedo Armando Domínguez. El copiloto era el gran Alí Chumacero quien nos había deleitado con su humor, sus anécdotas y sus brazos que volaban en la casa de Dionisio. Dentro del escarabajo circundamos la San Miguel Chapultepec. El poeta no recordaba el nombre y el número de su casa. Le llamé a Morelos Torres quién si sabía la dirección. Leonel Robles, Dolores y yo intentamos sacarlo del auto pero uno de sus enormes zapatos se había atorado debajo del asiento. Cuando al fin logramos zafarlo, salió y caminó hasta la reja de su casa para perderse en la oscuridad.  Nos hemos encontrado otras veces. Él no sabe quien soy yo pero yo sé quien es él. Otra vez tocamos en su casa Armando Alanis y yo sin suerte. Ayer, apenas, nos tomamos una foto afuera de la librería Rosario Castellanos.  

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