Friday, January 16, 2009

Hoy es 16 de enero y la ciudad de México amanecio con clima invernal. En la madrugada llovío y aparovechamos para sacar los abrigos a los que aun no guardabámos en lo más recondito de nuestros armarios. Solo nos hace falta la nieve. Nos hemos acostumbrado a las distancias que, en realidad no son tan garndes - como pudieran ser en Los Ángeles -, sino que la sobrepoblación que es decir tanto auto la hace así. A un lugar en que uno se tardaba hace veinte años, en trasporte público, hacía cuarenta minutos, hoy día puede durar el mismo trayecto tres horas. Me pregunto si tanto se ha gastado en que nuestros politicos conozcan el mundo. No han pensado en el metro como en Manhattan de cuatro carriles. En fin. Hablemos de otra cosa. La literatura. leo a Wwndy Guerra, dos de sus novelas Todos se van y Nunca fui primera dama. Además de estar bien escritas, que es de sobra decirlo, presentan primero a ese dios invisible que es el Comunismo Cubano que todo lo ve y que como un Dios interviene en la vida simple de las personas comunes, lo cambia, lo trasforma. No sé si para bien o para mal. Pues a veces alguna cosa que se cree no es conveniente para el destino de uno a la larga resulta que si, que eso a lo que no queríamos enfrentarnos era lo más conveniente para nosotros. Así que el antagonista de sus novelas se cree un ser todopoderoso que al paso del tiempo tendrá su precio. La Habana, París, Moscú. La protagonista que busca a su padre, a su madre, la busqueda de si misma. Recomiendo su lectura.

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Thursday, January 15, 2009

Hoy es 15 de enero y hoy cumple cuarenta añotes, mi compadre, Armando Alanis. Le llame a su celular y comía unos tacos con Luis Aguilar en el soleado Monterrey. El tiempo es veloz o feroz, no recuerdo con exactitud la frase de Mercedes Sosa. Pero si, carajo. ayer, como dice Alanis, todos éramos taya 29 y hoy no tanto. Pero que nos quiten lo bailado, caminado y conocido. Pos cuando, nunca. En el verano pasado estuve con Armando en Chillán, Chile, en casa de Gonzalo Rojas. Llegamos a las cinco de la madrgugada en un bus desde Santiago. Ese bus maravilloso pues es una cama rodante, te dan una frasada. Al llegar a tu destino un sobrecargo te despierta, te da un kit con una torta y un jugo o algo así. Soñolientos bajamos en la terminal y nos sentamos a esperar que llegará el solecito, que tardo. Cuando no resentimos más el friín, que nos metemos pa dentro de la terminal, pues. Ya todo dibujado, como debe ser, nos dirijmos a la casa de Rojas. Solo hay que caminar todo derecho, hasta donde sale el sol. Justo ahí del lado izquierdo hay una casa, pintada de azul y verde y esa, mis señores, es la mera casa de Don Gonzalo de Rojas. Aún hacía sus ejércicios matutinos y debímos esperar en la cocina en donde su ama de llaves nos prepara un cafecito, en esas cocinas de mucho antes que ellas mismas esisiterán. Habían maderos en el patio con los que se calienta la casa. Se consumen en los varios claentadores exparisidos por allá y por acá. Nuestro anfitrión aparecio, todo él. Con su boina, su mirada detras de los lentes y la medalla del Premio Cervantes en la solapa de su saco - esto último no es verdad, lo de la medalla pero hubiese sido todo un detalle-. Seguro que nos saludo y nosotros a él. Así lo marcan las leyes de la decencia y conrtesia ¿no?. Nos trepamos al auto que nos condujo a un lugar por la carretera que lleva a no sé que sitio, en el que hay nieve y se esquia. En Chile es invierno. Don Gonzalo bajo del auto y compro cajas de palta, tomates y otros menestes. Ahora al súper. En uno de los trallectos le pregunto si conoció a Borges - pinche de mi - y que me responde: "Yo lo ví, él no me vio". Luego otra parada para ver sus multiples inverciones y una última para comprar el pollo. De regreso en su casa bebimos el wiskie de las doce y después la comida. Una papas, que valgame el señor, exquisitas, una carne de lujo. La mesa adornada con recuerdos del mundo e imagenes de Miró. Copas rosadas. Vino, por supesto, chileno. Nos contó que el ama de llaves había o estaba en una religión. En una de las entradas que ella hizo al comedor. Rojas me preguntó que era lo que yo pensaba de Dios. Por respeto a ella guarde silencio para esperar que saliera. Antes de que eso sucediera Don Gonzalo me dijo: "Pero si tu también eres un mito". Me quede de a seis, sin aire en el estomágo. Carajo, yo también soy un mito. Me descubrió, me descubrí. Yo el mito de mi mismo con el que he paseado, bebido y convivido. ¿Qué hacer? Estaba desnudo frente a todo la historia desde los griegos hasta el rock. Ahí en esa mesa en Chillán. junto a uno de mis mejores amigos, que luego me diría: hubieras visto la cara que pusiste. Seguro que es la misma que pongo hoy al escribir este recuerdo en homenaje a la amistad con Armando que es grande como un poema y breve como el mar. Y claro el cariño para el monstruo de Chillán.

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