Saturday, October 31, 2009

A uno le gusta escribir cosas como: año con año, todos los años, desde hace años.  Solo para no estar solos en el recuerdo, para subrayar que el tiempo es circular y que se tiene una cita puntual es una esquina del barrio o de la colonia y que los amigos llegará a ella. Claro que con el paso del tiempo, algunos de esos amigos no regresará más a la cita o lo harán  Al menos arribarán en sus imágenes, en sus escritos, en el recuerdo. Esas citas comienzan en octubre y terminan en diciembre. O quizá desde septiembre. ¿Será que los presupuestos gubernamentales se liberan? No sé, lo supongo. En algunas ciudades del país se organizan encuentros de escritores. En México, Monterrey, San Luis, Morelia y, por supuesto, que nos un encuentro propiamente dicho, pero encuentro al fin, la Feria del Libro de Guadalajara. Solo he de referirme al encuentro de Poetas del Mundo Latino. El escritor homenajeado de este año fue el peruano Antonio Cisneros. Un hombre importante para nuestra poesía. Marco Antonio Campos asegura que: "Es uno de los tres o cuatro poetas mayores vivos de la lengua española". Alto, lleno de vigor. Pronuncia las palabras desde la caverna de su garganta, acompañadas de un eco que el tiempo y el cigarro le han formado. Su cabello cano alborotado, como si siempre el viento lo quisiera colocar en su lugar. En los carteles que anunciaban el Encuentro, aparece una foto de Cisneros con un poco menos años, pero con el mismo ímpetu de ahora, leyendo energía su poesía - al menos eso creo-. Además de poeta le gusta cantar. He tenido el privilegio de escuchado interpretar valses peruanos o boleros cubanos, colombianos y mexicanos. Un ser practico. Conversaba con algunos poetas al rededor de una mesa. De alguien surgió la palabra Pujo, qué es pregunto otro. No sé, respondió Cisneros, pero se entiende. Así pasa con algunas cosas, no sabemos que son pero las entendemos. No sabemos que es la poesía pero la entendemos. Cómo es que un rostro se queda congelado en una fotografía.  Ahí en una expresión única, que a veces no se repite y sin embargo se entiende.

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Saturday, October 03, 2009

Hace algunos años estuvimos la noche de un viernes en casa de Dionisio Morales. No recuerdo si habíamos ido a la presentación de algún libro y de ahí se armó la reunión o cuando desperté todos estábamos ahí. Éramos jóvenes, eso si es verdad. Al termino de la reunión en un Volkswagen sedan que manejaba Dolores Corrales salimos con la promesa de que nos llevaría a nuestras casas. En el monumento a Álvaro Obregón se quedo Armando Domínguez. El copiloto era el gran Alí Chumacero quien nos había deleitado con su humor, sus anécdotas y sus brazos que volaban en la casa de Dionisio. Dentro del escarabajo circundamos la San Miguel Chapultepec. El poeta no recordaba el nombre y el número de su casa. Le llamé a Morelos Torres quién si sabía la dirección. Leonel Robles, Dolores y yo intentamos sacarlo del auto pero uno de sus enormes zapatos se había atorado debajo del asiento. Cuando al fin logramos zafarlo, salió y caminó hasta la reja de su casa para perderse en la oscuridad.  Nos hemos encontrado otras veces. Él no sabe quien soy yo pero yo sé quien es él. Otra vez tocamos en su casa Armando Alanis y yo sin suerte. Ayer, apenas, nos tomamos una foto afuera de la librería Rosario Castellanos.  

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Friday, May 22, 2009

Bueno, ya pasó, según los que saben la etapa mayor de la peste. Nosotros, los habitantes de la ciudad de México, nos covertimos en los trasportadores de la plaga. Del pequeño ser invisible que se encargaría en desaparecer a una de las consentraciones más grandes de humanos en el planeta tierra, pero no se le hizo. Nos metimos a nuetras casas a mirar la tele, o jugar frente a ella o nos miramos la cara o leímos pero aquí estamos para seguir todos juntos y respirar el humo de los autos y soñar que algún día estaremos en el Palcio de las águilas.

Friday, January 16, 2009

Hoy es 16 de enero y la ciudad de México amanecio con clima invernal. En la madrugada llovío y aparovechamos para sacar los abrigos a los que aun no guardabámos en lo más recondito de nuestros armarios. Solo nos hace falta la nieve. Nos hemos acostumbrado a las distancias que, en realidad no son tan garndes - como pudieran ser en Los Ángeles -, sino que la sobrepoblación que es decir tanto auto la hace así. A un lugar en que uno se tardaba hace veinte años, en trasporte público, hacía cuarenta minutos, hoy día puede durar el mismo trayecto tres horas. Me pregunto si tanto se ha gastado en que nuestros politicos conozcan el mundo. No han pensado en el metro como en Manhattan de cuatro carriles. En fin. Hablemos de otra cosa. La literatura. leo a Wwndy Guerra, dos de sus novelas Todos se van y Nunca fui primera dama. Además de estar bien escritas, que es de sobra decirlo, presentan primero a ese dios invisible que es el Comunismo Cubano que todo lo ve y que como un Dios interviene en la vida simple de las personas comunes, lo cambia, lo trasforma. No sé si para bien o para mal. Pues a veces alguna cosa que se cree no es conveniente para el destino de uno a la larga resulta que si, que eso a lo que no queríamos enfrentarnos era lo más conveniente para nosotros. Así que el antagonista de sus novelas se cree un ser todopoderoso que al paso del tiempo tendrá su precio. La Habana, París, Moscú. La protagonista que busca a su padre, a su madre, la busqueda de si misma. Recomiendo su lectura.

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Thursday, January 15, 2009

Hoy es 15 de enero y hoy cumple cuarenta añotes, mi compadre, Armando Alanis. Le llame a su celular y comía unos tacos con Luis Aguilar en el soleado Monterrey. El tiempo es veloz o feroz, no recuerdo con exactitud la frase de Mercedes Sosa. Pero si, carajo. ayer, como dice Alanis, todos éramos taya 29 y hoy no tanto. Pero que nos quiten lo bailado, caminado y conocido. Pos cuando, nunca. En el verano pasado estuve con Armando en Chillán, Chile, en casa de Gonzalo Rojas. Llegamos a las cinco de la madrgugada en un bus desde Santiago. Ese bus maravilloso pues es una cama rodante, te dan una frasada. Al llegar a tu destino un sobrecargo te despierta, te da un kit con una torta y un jugo o algo así. Soñolientos bajamos en la terminal y nos sentamos a esperar que llegará el solecito, que tardo. Cuando no resentimos más el friín, que nos metemos pa dentro de la terminal, pues. Ya todo dibujado, como debe ser, nos dirijmos a la casa de Rojas. Solo hay que caminar todo derecho, hasta donde sale el sol. Justo ahí del lado izquierdo hay una casa, pintada de azul y verde y esa, mis señores, es la mera casa de Don Gonzalo de Rojas. Aún hacía sus ejércicios matutinos y debímos esperar en la cocina en donde su ama de llaves nos prepara un cafecito, en esas cocinas de mucho antes que ellas mismas esisiterán. Habían maderos en el patio con los que se calienta la casa. Se consumen en los varios claentadores exparisidos por allá y por acá. Nuestro anfitrión aparecio, todo él. Con su boina, su mirada detras de los lentes y la medalla del Premio Cervantes en la solapa de su saco - esto último no es verdad, lo de la medalla pero hubiese sido todo un detalle-. Seguro que nos saludo y nosotros a él. Así lo marcan las leyes de la decencia y conrtesia ¿no?. Nos trepamos al auto que nos condujo a un lugar por la carretera que lleva a no sé que sitio, en el que hay nieve y se esquia. En Chile es invierno. Don Gonzalo bajo del auto y compro cajas de palta, tomates y otros menestes. Ahora al súper. En uno de los trallectos le pregunto si conoció a Borges - pinche de mi - y que me responde: "Yo lo ví, él no me vio". Luego otra parada para ver sus multiples inverciones y una última para comprar el pollo. De regreso en su casa bebimos el wiskie de las doce y después la comida. Una papas, que valgame el señor, exquisitas, una carne de lujo. La mesa adornada con recuerdos del mundo e imagenes de Miró. Copas rosadas. Vino, por supesto, chileno. Nos contó que el ama de llaves había o estaba en una religión. En una de las entradas que ella hizo al comedor. Rojas me preguntó que era lo que yo pensaba de Dios. Por respeto a ella guarde silencio para esperar que saliera. Antes de que eso sucediera Don Gonzalo me dijo: "Pero si tu también eres un mito". Me quede de a seis, sin aire en el estomágo. Carajo, yo también soy un mito. Me descubrió, me descubrí. Yo el mito de mi mismo con el que he paseado, bebido y convivido. ¿Qué hacer? Estaba desnudo frente a todo la historia desde los griegos hasta el rock. Ahí en esa mesa en Chillán. junto a uno de mis mejores amigos, que luego me diría: hubieras visto la cara que pusiste. Seguro que es la misma que pongo hoy al escribir este recuerdo en homenaje a la amistad con Armando que es grande como un poema y breve como el mar. Y claro el cariño para el monstruo de Chillán.

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Thursday, May 29, 2008

Ella estaba en su cama, quizá mirando televisión por cable o quizá en la duermevela cuando nosotros llegamos. Entró su dama de compañía para avisarle que la buscaban. La arreglagarón un poco y nosotros cruzamos el umbral. Nos acercamos a ella y le dimos algún beso, otro abrazo. Mucho cariño. No sabía quiénes éramos, la memoria se le ha estraviado. Se acuerda - dije yo - cuando en Monterrey en lo lobby de un hotel jugabamos competencias de sillas de ruedas con Jaime Sabines, cuando leyó en San Luis Potosí en Poetas del Mundo Latino, cuando la entrevisté en mi programa de radio. Miro a lontananza como buscando en la memoria. No, no me acuerdo.
Con el corazón en la mano le agradecí la amistad de tantos años.

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Tuesday, May 27, 2008

De pronto Sonia le dijo a Armando que por que no organizaban lecturas de poesía como en los viejos tiempos. Armando miro la pared de enfrente y no dijo nada. El lugar en donde vive Sonia con sus hijos es de techos altos, dos habitaciones, baño y cocina en la calle de Chihuhua en la colonia Roma. Los niños luchaban para dormirse. Pero el tiempo no podía volver atrás. Cuando Sonia con una revista y su entusiasmo organizó un encuentro de poetas en Monterrey. Trajo a Isabel Fraire desde Nueva York y ahí estaban Blanca Luz Pulido, Raúl Renán, Luis Armenta y Mario Bojorquez, entre otros. Ese tiempo se había ido. Por que ahora tiene que llevar a sus hijos a la escuela, darles de comer y trabajar. Les dije que ese comentario bien valdría un cortometraje en el que ella dijera la misma frse, Armando -como lo hizo - no respondiera y la cámara diera una vuela por el cuarto, aunque los niños si estaría dormidos. Todos mirando alguna foto en la que abrazados y con la sonrisa en los labios, con muchos años menos, posarámos en alguna de esas lecturas.
Ni modo, me dijo, en otro momento Dionisio Morales, uno debe asumir cada etapa.

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